No es un secreto que el valor real detrás de cualquier organización es su gente, ellos son los que hacen la diferencia, no los productos ni los servicios. Por esta razón, debemos apoyar sus pasiones, contribuciones y potencial, asegurarnos de habilitarlos, capacitarlos, reconocerlos y lograr algo más que una satisfacción en el trabajo; debemos invertir en su felicidad.